El pasado 28 de abril asistí a una sesión online de ISEP (Instituto Superior de Estudios Psicológicos) sobre el respeto a los ritmos de aprendizaje en infantil. La charla fue impartida por dos profesionales en el sector de la educación y me ha parecido interesante contarte porqué es tan importante esto de respetar el ritmo de aprendizaje de cada niño.
¡Vamos a ello!
Desde hace ya unos años estamos viviendo un proceso de cambio en las aulas, sobretodo las de infantil. Aunque este proceso pueda parecernos lento y que no termina de llegar a todos los rincones, lo cierto es que el cambio ha empezado y una nueva mirada a la educación está siendo posible.
Hasta no hace mucho tiempo, y a día de hoy todavía podemos verlo en muchos centros, la actitud del maestro era o es la de un mero transmisor de conocimientos. El alumno, da igual su edad, llega a clase, se sienta 8 horas en una silla y hace fichas, sigue las pautas de un libro de texto creado por una editorial ajena a sus intereses y dando gracias se levanta para disfrutar de 30 minutos de recreo con sus amigos.
En muchas aulas de infantil, el día transcurre en las mesas. El juego se hace en las mesas, las mesas son para hacer las fichas, para almorzar, incluso para descansar (sí, he visto niños de 3 años «descansado» después de la hora del comedor sentados en su silla, con la cabecita apoyada en la mesa). Y claro, luego llega la hora de irse a casa y resulta que vemos a los niños nerviosos, alterados y decimos que necesitan movimiento.
¡Cómo no van a necesitarlo si los hemos tenido adoctrinados, siguiendo nuestras ordenes y limitándoles el movimiento!
El cambio está llegando
Como os decía anteriormente, por suerte el cambio está llegando y esta nueva generación de maestros estamos haciendo las cosas diferentes. Les escuchamos, identificamos cuáles son sus necesidades y estamos buscando alternativas de aprendizaje a esas fichas y libros de texto, que en infantil no son necesarios. Porque sí, HAY OTRA FORMA DE APRENDER. ¿Y sabes qué? Se aprende mejor, se aprende bonito y se aprende con interés, guiados por un maestro que les acompaña en el proceso.
Y es en este proceso de cambio en el que escuchamos las necesidades individuales de cada niño donde entra en juego el respeto al ritmo de aprendizajes. Porque cada niño, como cada adulto, aprende de forma diferente, a un ritmo diferente, con estímulos diferentes, estilos diferentes y en tiempos diferentes. Por ello, si tuviéramos que definir «ritmo de aprendizaje», diríamos que es el tiempo que cada individuo necesita para integrar un aprendizaje nuevo. Y es esencial, porque no todos están dispuestos a aprender lo mismo, en el mismo momento y con la misma velocidad.
Las ponentes de la charla nos contaban, como el darse cuenta de esa necesidad fue el motor de cambio que necesitaban en su centro. Así, empezaron a centrarse más en sus niños y a escuchar sus necesidades y, entonces, entró en juego el pensamiento emocional. Comienzan a trabajar con un emociometro en asambleas de 30-45 min, técnicas de mindfulness, resolución de conflictos y valores del mes. (Escribiré una entrada centrándome en estas técnicas y otras que puedan ser de ayuda). Técnicas que ya se están implementando en muchos centros, pero que si queremos hacerlo bien y dedicarle el tiempo que necesitan, nos damos cuenta que no son compatibles con el currículo antiguo y con la metodología tradicional.
¿Porqué?
Simple. El horario estructurado de un día normal, por lo general, empieza con el recibimiento de los niños. Una asamblea (ver el tiempo, el día, pasar lista, le protagonista, etc). En muchas aulas trabajo con ficha/ libro o bien rincones. Almuerzo. Recreo. Más trabajitos. Aseo. Comedor. Descanso (si tienen, sino patio). Vuelta a las aulas a trabajar. Y ya nos vamos a casa – Uff, me he agotado sólo de escribirlo– . Como podéis ver, al ritmo ajetreado que solemos llevar con una metodología tradicional, le falta espacio para dedicarle un tiempo concreto al pensamiento emocional y al respeto de los ritmos de cada alumno. Eso y que, desde mi punto de vista, el pensamiento emocional debería estar inmerso en cada momento del día.
Pues bien, muchas aulas ya dejan de lado el trabajo con libros y el exceso de fichas y aparecen las UD (unidades didácticas), los rincones de trabajo, los ABP (aprendizaje basado en proyectos) – que muchas veces son UD disfrazadas – . También, hacen un cambio en el mobiliario, porque ya no son necesarias tantas mesas y sillas y el movimiento empieza a ser más libre, aunque aún dirigido. A día de hoy, creo que ya muchos trabajan de este modo: proyectos de trabajo elegidos por la clase, rincones de trabajo, alguna ficha que se cuela por ahí, libertad de movimiento, educación en valores, donde metemos las emociones e incluso algunos centros (poquitos aún) ya hablan de ambientes de trabajo, trabajo internivel y trabajo cooperativo, entre otros.
¡Y está genial! Pero aún podemos ir un paso más allá…
Cuando trabajamos por rincones, por ejemplo, los peques tienen que ir a rincón específico y estar en él un tiempo determinado para luego cambiar de rincón y que todos los niños, pasen por todos los rincones. Pero, ¿cuántas veces los hemos tenido que cambiar de rincón cuando más centrados estaban? Muchas veces, los mandamos a un rincón «porque toca», les hacemos cambiar de actividad «porque tiene que pasar por todo» o «porque tu amigo también quiere estar en ese rincón», etc. Y si nos paramos a pensar, es una propuesta que no termina de ser respetuosa, dado que está dirigida y marcada por el adulto.
entonces… ¿Qué forma de aprendizaje podemos proponer?
Son muy poquitos los centros con esta metodología, pero ojalá llegue el día en que sean mayoría. Se trata de la creación de espacios de aprendizajes. Podemos encontrarlos en escuelas vivas y activas, con pedagogías alternativas como Montessori, Waldorf o con enfoque Reggio Emilia, pero también en aulas de centros ordinarios, donde simplemente la maestra o maestro ha decidido aunar lo mejor de cada pedagogía para crear su propia metodología (¡ole! por esos profes).
Os cuento:
En los espacios de aprendizaje el ritmo lo marcan los niños. Son aulas abiertas, espacios diáfanos, sin mobiliario, con alfombras que delimitan las zonas de aprendizaje. En estos espacios, tienen la libertad de permanecer en un sitio el tiempo que necesiten, sin tener un límite y sin que se les diga lo que tienen que hacer.
El mobiliario desaparece. Se considera que no les respeta. Necesitan estar en el suelo, con espacio y libertad de movimiento. Por eso, trabajan en alfombras con los materiales propuestos. Hay alguna zona con mesa para propuestas que lo requiera, pero son concretas. Disponen también, de una zona de calma, son cojines, mantas, libros y elementos relajantes. Las aulas suelen ser blancas y están decoradas por lo propios niños, con los trabajos a su altura (al fin y al cabo son ellos quienes tienen que verlo, no?).
Ellos se organizan en cada espacio como consideren. Se cambian las UD o los ABP dirigidos, por ABP que surgen de las propias necesidades e intereses de la clase. Pueden durar dos días porque «Fulanito» ha encontrado un palo en el patio o meses porque el interés inicial («Menganita» va tener un hermanito, por ejemplo) se va a alargando y enlazando con otros temas.
Prima la libertad de pensamiento, la escucha mutua, la expresión de sentimientos y los conflictos diarios a resolver, que nos ayudan a progresar. Los peques se expresan libremente, eligen, deciden, se ponen de acuerdo. En definitiva, dirigen su aprendizaje guiados por sus propios intereses y necesidades. El adulto simplemente les guía en el proceso, les proporciona las ideas y los medios para que aprendan por ellos mismos, abarcando todos los ámbitos del desarrollo y los contenidos del currículo. Confía y cree en ellos. RESPETA EL RITMO DE APRENDIZAJE DE CADA ALUMNO.
Los niños necesitan llegar a un aula en la que puedan SER, ESTAR y encontrarse en un ambiente RELAJADO en el que se RESPETE SU RITMO.
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